domingo, 26 de marzo de 2017

Miguel Hernández, en el 75 aniverario de su muerte



El 28 de marzo, se cumplió el 75 aniversario de la muerte del poeta Miguel Hernández en la cárcel franquista de Alicante.
 

Miguel Hernández Gilabert nació un 30 de octubre de 1910 en Orihuela, en el lecho de una familia humilde en la que la necesidad laboral apenas dejaba tiempo para la educación. Pero eso no impidió a Miguel desarrollar un exquisito gusto por la poesía clásica española.
 
Un fatídico día 28 de marzo, Miguel Hernández fallecería a la edad de 32 años en Alicante. Corría el año 1942, y España se quedaba sin uno de los mejores dramaturgos de su historia.
 
Desde jovencito, Miguel mostró no sólo una insaciable pasión por la poesía clásica, si no también una sensibilidad especial para ser él mismo quien la compusiera. Pronto empieza a formar parte de la tertulia literaria de Orihuela, donde conoce a Ramón Sijé, de quien se haría gran amigo.
 
A partir de 1930, a la edad de 20 años, empieza a publicar pequeñas poesías cortas en revistas como El pueblo de Orihuela o El Día de Alicante. Pronto busca ampliar sus horizontes y viaja a Madrid, donde se zambullirá de pleno en el movimiento poético de la época. Es en aquellos años cuando escribe Perito en Lunas, donde refleja sus experiencias.

Establecido en Madrid, con continuas colaboraciones en distintas revistas, Miguel Hernández encuentra tiempo para escribir varias obras, entre las que destacan El silbo vulnerable, Imagen de tu huella y El rayo que no cesa.
Cuando estalla la Guerra Civil, Miguel decide tomar parte activa de la misma, lo que le obliga a abandonar el país cuando ésta termina. Por desgracia es descubierto en la frontera con Portugal, donde es detenido y sentenciado a pena de muerte. Y, aunque su condena fue conmutada por una pena de 30 años de prisión, jamás llegó a cumplirla, ya que la tuberculosis acabó con el poeta el 28 de marzo de 1942 en una fría prisión de Alicante.
 

Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
 

Pablo Neruda




CARTA IMAGINADA DE NAZIM HIKMET, EL TURCO, A MIGUEL HERNÁNDEZ, EL ESPAÑOL.
 
Camarada Miguel: ¿Qué bálsamo desprenden los álamos de España?
¿Cuál es la dimensión de sus raíces?, ¿Te deja sin resuello su fragancia?
¿Cómo es la historia en las calles de España? ¿Se presume, Miguel?
¿Puede uno comprenderla cuando pasea al mediodía?

Y los niños, Miguel, ¿sonríen acaso? ¿Dan un beso a sus padres
antes de anochecer y luego se divierten en sus sueños?
¿Cómo lloran las esposas de los combatientes en tu tierra?
¿Lloran con esperanza, les nace un arco iris detrás de la tristeza?

¿Se escabullen del tedio y del horror y vuelan lejos
como las mariposas de alas verdes que imaginan el aire?
¿Qué gemidos exhala la tierra humedecida de tu patria?
¿Lo recuerdas Miguel, te asomas más allá de los barrotes?
¿Cómo cantan los pájaros de España? ¿esperan a posarse,
o simplemente en vuelo ejercitan las cuerdas para luego?

 Si tu hijo y el mío se encuentran una tarde aquí en Turquía
o allí, en tu hermosa patria, ¿sabrán por qué no viven ya sus padres?
¿Se abrazarán, Miguel, sin conocerse, porque tira la sangre de poeta?

Buena suerte Miguel, mi hermano en la desdicha y en los sueños.
No olvides referirme la textura que tienen las hojas de los álamos,
los sueños de los niños españoles, las alas verdes de las mariposas,
el canto de los pájaros, y cómo va la historia por la calle.

Cuídate de esa tos que yo me cubro de noche el corazón.


Autor: José Junco Ezquerra. España.

Puesto con fecha 14-03-2010 12:15:33      en el portal de poesía www.poetasdehoy.com por su autor el poeta canario Pepe Junco Ezquerra  quien nos comentó además que el origen de esta carta imaginaria es muy sencillo: “ambos poetas pasaron por las mismas vicisitudes en un tiempo histórico coincidente aunque Hikmet era 8 años mayor. Se me ocurrió pensar que esa carta podría haber sido efectivamente escrita. Salud”.

No cesó tu rayo ni tu aliento

Nos das con tu palabra sin barreras
una canción, tan última o primera
que siendo sangre, verso y canto fuera
conciencia de la patria que abanderas.

Nacida para el luto fue la estampa
de coplas y palabras con tu anhelo;
perito en lunas de tan corto vuelo
que caídas tus alas en la trampa,

sin cordura ni juicio en sus inquinas,
te infringieron oprobios sin piedad;
para el pueblo, Miguel, que fuiste viento

al que el hombre acechó con sus espinas
no pudieron robar tu libertad
pues no cesó tu rayo ni tu aliento.
 


A miguel Hernández (30-10-1910/28-03-1942) en el centenario de su nacimiento.
Autor: Alonso de Molina. España




A continuación tres poemas de Miguel Hernández

Vientos del pueblo

Vientos del pueblo me llevan,
 vientos del pueblo me arrastran,
 me esparcen el corazón
 y me aventan la garganta.
 Los bueyes doblan la frente,
 impotentemente mansa,
 delante de los castigos:
 los leones la levantan
 y al mismo tiempo castigan
 con su clamorosa zarpa.
 No soy de un pueblo de bueyes,
 que soy de un pueblo que embargan
 yacimientos de leones,
 desfiladeros de águilas
 y cordilleras de toros
 con el orgullo en el asta.
 Nunca medraron los bueyes
 en los páramos de España.
 ¿Quién habló de echar un yugo
 sobre el cuello de esta raza?
 ¿Quién ha puesto al huracán
 jamás ni yugos ni trabas,
 ni quién al rayo detuvo
 prisionero en una jaula?
 Asturianos de braveza,
 vascos de piedra blindada,
 valencianos de alegría
 y castellanos de alma,
 labrados como la tierra
 y airosos como las alas;
 andaluces de relámpagos,
 nacidos entre guitarras
 y forjados en los yunques
 torrenciales de las lágrimas;
 extremeños de centeno,
 gallegos de lluvia y calma,
 catalanes de firmeza,
 aragoneses de casta,
 murcianos de dinamita
 frutalmente propagada,
 leoneses, navarros, dueños
 del hambre, el sudor y el hacha,
 reyes de la minería,
 señores de la labranza,
 hombres que entre las raíces,
 como raíces gallardas,
 vais de la vida a la muerte,
 vais de la nada a la nada:
 yugos os quieren poner
 gentes de la hierba mala,
 yugos que habéis de dejar
 rotos sobre sus espaldas.
 Crepúsculo de los bueyes
 está despuntando el alba.
 Los bueyes mueren vestidos
 de humildad y olor de cuadra:
 las águilas, los leones
 y los toros de arrogancia,
 y detrás de ellos, el cielo
 ni se enturbia ni se acaba.
 La agonía de los bueyes
 tiene pequeña la cara,
 la del animal varón
 toda la creación agranda.
 Si me muero, que me muera
 con la cabeza muy alta.
 Muerto y veinte veces muerto,
 la boca contra la grama,
 tendré apretados los dientes
 y decidida la barba.
 Cantando espero a la muerte,
 que hay ruiseñores que cantan
 encima de los fusiles
 y en medio de las batallas.


El niño yuntero

Carne de yugo, ha nacido
 más humillado que bello,
 con el cuello perseguido
 por el yugo para el cuello.
 Nace, como la herramienta,
 a los golpes destinado,
 de una tierra descontenta
 y un insatisfecho arado.
 Entre estiércol puro y vivo
 de vacas, trae a la vida
 un alma color de olivo
 vieja ya y encallecida.
 Empieza a vivir, y empieza
 a morir de punta a punta
 levantando la corteza
 de su madre con la yunta.
 Empieza a sentir, y siente
 la vida como una guerra,
 y a dar fatigosamente
 en los huesos de la tierra.
 Contar sus años no sabe,
 y ya sabe que el sudor
 es una corona grave
 de sal para el labrador.
 Trabaja, y mientras trabaja
 masculinamente serio,
 se unge de lluvia y se alhaja
 de carne de cementerio.
 A fuerza de golpes, fuerte,
 y a fuerza de sol, bruñido,
 con una ambición de muerte
 despedaza un pan reñido.
 Cada nuevo día es
 más raíz, menos criatura,
 que escucha bajo sus pies
 la voz de la sepultura.
 Y como raíz se hunde
 en la tierra lentamente
 para que la tierra inunde
 de paz y panes su frente.
 Me duele este niño hambriento
 como una grandiosa espina,
 y su vivir ceniciento
 revuelve mi alma de encina.
 Lo veo arar los rastrojos,
 y devorar un mendrugo,
 y declarar con los ojos
 que por qué es carne de yugo.
 Me da su arado en el pecho,
 y su vida en la garganta,
 y sufro viendo el barbecho
 tan grande bajo su planta.
 ¿Quién salvará este chiquillo
 menor que un grano de avena?
 ¿De dónde saldrá el martillo
 verdugo de esta cadena?
 Que salga del corazón
 de los hombre jornaleros,
 que antes de ser hombres son
 y han sido niños yunteros.

La  boca
Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.
Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.
Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.
Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.
¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!
Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.
Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.
He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.
Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.


Llegó con tres heridas

Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.

 


sábado, 25 de marzo de 2017

By the River of Babylon. Por Ismael Lorenzo


 
By the Rivers of Babylon... Una maravillosa canción que escuchaba a menudo en la radio, allá por 1978, en aquella ciudad olvidada de la mano de Dios y que siempre me traía esperanza de que algún día saldría de allí.




Años después, ya estando en New York, caminaba un día por Broadway, más allá de Times Square, hacia el bajo Manhattan, entre cines pornos y tiendas de ropa barata, vi una tienda discográfica y decidí entrar. Mientras repasaba mi vista por una infinidad de inmensos long plays, descubrí el disco de los Boney M, By the rivers of Babylon, fue la primera vez que veía a los integrantes del grupo jamaiquino, sólo los había podido escuchar, pues sus videos no estaban permitidos en la isla, por no sé qué razón, quizás por ese bote de velas que se muestra en el video, alejándose veloz de una playa rumbo norte ... Compré el disco bastante feliz y salí hacia una estación de subway cercana, eran menos de las siete de la tarde, pero el sol ya había desaparecido y el frío se sentía.
Al pasar junto a un estanquillo de revistas y p

eriódicos de todo el mundo, oí que alguien me llamaba con voz cantarina, cuando miré, era Reinaldo Arenas. Nos pusimos a hablar y le dije que en un par de semanas me iba para California, donde había conseguido un trabajo de profesor, y me invitó entonces a cenar en un pequeño restaurante chino no muy distante. Cuando entramos, estaban allí cenando Alberto Guigou y Peter Bloch, siempre amables nos invitaron a sentarnos con ellos. Reinaldo nos dijo que venía del New York Times, donde le había dejado una carta de protesta al director por un artículo alabatorio de Castro. El New York Times siempre había tenido una gran admiración por el dictador y había sido uno de sus mejores propagandistas, aun desde los tiempos en las montañas de la Sierra Maestra. Servando González, un historiador bastante original y humorista, en uno de sus libros pone el “motto” de los clasificados del periódico, en boca del dictador: “I got my job through the New York Times”.
 


Mientras comíamos una hirviente sopa china, Peter Bloch, cuyo padre había muerto en uno de los campos de concentración nazi, su madre estuvo en uno de ellos hasta el final de la II Guerra Mundial y él mismo había tenido que huir a Francia, luego a Suiza, perseguido de cerca por los nazis y era visceralmente antitotalitario, nos explicó que los liberales estadounidenses se negaban a aceptar que las dictaduras de izquierda fueran tan terribles como las de Hitler y Mussolini. Admiraron a Stalin y ahora admiraban a Castro. Alberto Guigou, el atildado Gu, agregó sentencioso que el ciego que se niega a ver, nunca verá. Así seguimos hablando, terminamos de cenar, cada uno pagó su parte y al salir ya había caído la noche y el frío se había hecho molesto. Nos despedimos y cada cual cogió su rumbo, yo con mi preciado disco de los Boney M apretado contra mi abrigo, no lo sabía, pero era la última vez que vería a Reinaldo Arenas. Tres años después, viviendo en California, recibiría la noticia de la muerte de Reinaldo.
 
De esto hace algo más de veinte años, Alberto Guigou y Peter Bloch, buenos amigos y dedicados intelectuales, ya sólo viven en mi recuerdo y aquel disco de los Boney M lo perdí en una de mis muchas mudadas, pero hoy a cada rato los oigo por medio de la magia inextinguible de YouTube. En este largo tiempo transcurrido, algunas cosas han cambiado y otras no. Hace poco, leyendo una revista con un pomposo título de política exterior, veo que había lanzado una encuesta para elegir a los 50 intelectuales más influyentes de iberoamérica, entre ellos situaban a Castro.
 
Para quienes dirigen esa revista, perseguir, reprimir y encarcelar a intelectuales, convierte al que lo hace en intelectual, los victimarios junto con las víctimas, provistos de una licencia 00 de impunidad. En medio siglo, los hilos de la historia se pierden o más bien los esconden. Hay una nueva generación que no ha oído hablar quizás de la siniestra fortaleza La Cabaña, ni de los miles de fusilados allí y de cárceles repletas por el sólo delito de hablar o escribir. Es comprensible que en nuestra fácil vida moderna se prefieran otros temas, pero cuando se publica algo así, sólo con una profunda carencia de profesionalidad, ignorancia histórica y exceso de cannabis en las noches, se puede calificar a un deteriorado y escondido dictador, como un intelectual influyente. Desde Reinaldo Arenas hasta Guillermo Cabrera Infante, muchos deben de haber temblado de ira en sus tumbas.
 
Ya en los comienzos de nuestra prodigiosa literatura occidental, en la aún actual Odisea, Homero, con esa sutil sabiduría que ha hecho llegar su obra hasta nuestros días, nos advertía contra los serios peligros de los cantos de sirena. Quienes los escuchan, pueden que no regresen nunca a la realidad y carentes de visión, perezcan ahogados.
 


By the rivers of Babylon, there we sat down...
When the wicked
Carried us away in captivity
Required from us a song

Now how shall we sing the lord's song in a strange land...

________________________________________
Ismael Lorenzo, es autor de siete novelas, entre ellas “La Hostería del Tesoro”, “Matías Pérez entre los locos” y “Matías Pérez regresa a casa”, "Matías Pérez en los días de invierno', y  de 'Soy Feliptio', también del libro testimonial 'El silencio de los 12', 'Detrás de la pantalla, los peligros de acosos online', y del libro de ensayos,'De viaje por la literatura y el cine'
 

viernes, 24 de marzo de 2017

Reseña. Son Aymará. Alfonso Berlanga. Por Alonso de Molina



 
¡Obrajes, Calacoto, Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani!
Son Aymara. Poemario de Alfonso Berlanga
 
Pues sí, ya sé que las 16:10 no son horas de desayunar, pero la culpa de mi insomnio la tiene Alfonso Berlanga. Anoche no pude conciliar el sueño hasta pasadas las 04:00, tenía en mis manos su libro SON AYMARA que desde el miércoles, en la presentación del mismo, ya me estaba haciendo guiños. Así que me he levantado sonámbulo, tal vez por eso lo primero que he hecho esta mañana -este mediodía para ser exacto-  ha sido aviar a los gatos, concretamente gatas, les he lavado el cuenco de cristal del agua y el otro cuenco de acero para el alimento dietético para gatos  de la marca que recomienda el veterinario, un jamón pata negra saldría más barato, pero son mis gatas, me acompañan cuando escribo o leo y son las últimas en retirarse cuando me afano tocando la guitarra.
 
Había pasado la ventolera tarde de ayer con picor de ojos, el levante insiste con la persistencia de un inmigrante en la valla fronteriza de Beni Hassan, Melilla. Preparo té verde, prendo un sándalo, la calma va entrándome poco a poco, me estiro tomando asiento en el chaise longue, impaciente, como mis dos gatas que miran al techo con los ojos muy abiertos,  el libro de Berlanga, en sus páginas finales, persiste insinuándoseme con insolencia cartesiana, estiro un brazo para prender el portátil, con picor de ojos y todavía soñoliento a estas horas en que la primavera se acerca al galope y el viento de levante sopla tenaz a velocidades que harían saltar los radares de tráfico.
 
Son Aymara
 
El epicentro del poemario es precisamente el poema Tiahuanaku donde al final de cada estrofa, como una ardua letanía, repite “son aymará, son aymará”, título del libro.
 
Tiahuanaku descansa dormido en la distancia, / sus huidizos lebreles deambulan desolados, /  los lares insepultos corean sus enigmas / los hijos y mujeres recuentan las estrellas. / Una paz indolente se mueve en los caminos, / el pasado rezuma de astros relucientes, / de destinos perdidos y fuegos recobrados / que en la noche destila la sangre derramada / y la sombra de un tiempo callado para siempre. / Son aymará, son aymará.
 
 Tiahuanaku es una antigua ciudad arqueológica ubicada en La Paz, Bolivia, muy cerca del lago Titicaca al que también Alfonso Berlanga dedica un poema:
 
Azul profundo te muestras a mis ojos / mágico mar herrado en tus alturas… Eres grandioso, omnipresente, vivo,… el tiempo que me das, tu tiempo herido.
 
 
A través del libro de poemas Son aymara, de Alfonso Berlanga, he paseado las calles de Bolivia, hablado con sus gentes, me he sentado a la mesa con las familias, he compartido los recelos, preocupaciones, miedos e inquietudes del pueblo bolivariano, sus fiestas y folclore, sus gestas del día a día, he viajado en bus:
 
¡Obrajes, Calacoto, Cota Cota! / ¡Miraflores, Irpavi, Archumani! / voceros en minibús, medio cuerpo en cabestrillo, / pregonan su mercancía a los viandantes, / infernal ruido, gasolinazo en el aire / festejo multiforme de carreras encendidas / y gentes que se apiñan en butacas de trapo.
 
Este poema, me recordó algunos periplos en Quito, Ecuador, donde en cada parada de transporte público, popularmente  “el trole” suben y bajan vocingleros y mercachifles a ofrecerte un desmedido arsenal de productos insólitos.
 
 
La estructura del poemario son versos dilatados, de métrica generosa con base heptasilábica y sus cercanos endecasílabos y alejandrinos, formato en que discurre una gran parte del poemario. En el segundo capítulo del libro, dedicado a la familia, Berlanga exhibe su maestría con los versos alejandrinos a través del único soneto de todo el poemario. “El primogénito”: Rutilante y altivo, aymará pretensioso, / astuto, caprichoso, enigmático, simple, / profundo en su mirada, en sus ojos de almizcle, / autoritario siempre, callado y perezoso.
 
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En definitiva un libro para conocer e incluso comprender la idiosincrasia de todo un pueblo a través de la  mirada poética de un experimentado poeta poeta que nos muestra con maestría los lugares, las tradiciones y costumbres peculiares enraizadas en el canto, la música,  la danza; el día a día, el arraigo familiar,  la gastronomía, la forma de vestir,  el modo de hablar y comportarse del pueblo de Bolivia.
 
 
Mientras escribo estas letras,  escucho de fondo a Sabina, él dice que lo niega todo, y lo afirma con talento y solera, yo mismo, como Sabina, también lo niego todo porque aún no estoy convencido de nada!
 
Vuestro en la poesía
 
Alonso de Molina

Reseña. Cafeína para insomnios promiscuos. Amaia Barrena, por Alonso de Molina



"Esto me sucede por haberte besado por encima de mis posibilidades"

Escucho a B.B. King. La tarde está en calma, apenas alguna suave brisa que tan dócil se puede tocar con el rostro de frente sin que pestañeen los ojos; breves ráfagas de aire que -aun viniendo sin nombre- sé que se dirigen a mí. Sientan bien a estas horas en que el calor del último día de julio parece darnos tregua y permite el acomodo en la terraza. Bebo té. Una mezcla de té verde, té jazmín y yerbabuena recién cortada. En la mesa varios libros de la última redada –Javier Arnáiz, Julián Borao, Óscar Alberdi, sí, también el recordado Oscar, y Amaia Barrena-. Tengo que decidirme por alguno. Son cuatro libros de poemas y me están mirando, yo también los observo mientras escancio un primer vaso de té desde una altura suficiente como para que coja oxígeno y potencie su sabor.  Bebo un primer sorbo en  tanto me hago la pregunta de siempre, – ¿qué puedo esperar de un poema, de un libro de poemas? – ¿Acaso sonreír, pasar un rato agradable, los tópicos de siempre, tal vez emocionarme…? De momento esto es lo que hay, unos textos, un puñado de poemas, un firme para respirar –supongo-  y de alguna manera nos curte y nos recuerda que seguimos siendo humanos, demasiado humanos, con sus emociones, sus dudas, sus debilidades, sus virtudes y sus miedos.
 Sin mirar al montón de libros que aguardan sobre la mesa, estiro el brazo derecho, mientras el izquierdo asciende nuevamente dirigiendo el vaso de té a mi boca, y cojo uno de ellos, el azar ha querido que sea el de la jovencísima Amaia Barrena.

 CAFEINA PARA INSOMNIOS PROMISCUOS. El título ya es suficientemente sugerente como para entrar sin llamar. Las letras, los versos de Amaia Barrena me reciben de buen grado. Leo el prólogo y conforme avanzo entre las páginas parece que el libro va creciéndose a la vez que mi interés por leerlo de principio a fin. 
 Antes de seguir debo decir que soy una de las personas afortunadas que ha recibido CAFEINA PARA INSOMNIOS PROMISCUOS firmado y dedicado por la propia autora. Y antes de seguir mi reseña, debo decir además que a los pocos minutos de despedirme de Amaia ya empezaba a extrañarla.
 La poesía de Amaia Barrena está surtida de figuras alegóricas, imágenes y metáforas que se apoyan unas con otras para crear estrofa tras estrofa un mundo donde la sensualidad, el erotismo y el amor, es mostrado a través de un lenguaje fresco, campechano, directo, pero a la vez antagónico, con toda la fuerza, las dudas y la  disconformidad propia de la juventud de la autora. El amor como actitud ante la vida, como una apuesta al todo o nada: “llevo tantas copas encima que no me caben en el lavavajillas, que colgarme de un árbol sin banqueta habría sido menos estúpido y más productivo que colgarme de ti”.
 Su lenguaje es urbano, coloquial, lleno de matices, algo irónico, sarcástico: “ soy el tornillo que te falta para comprender cuánto necesitas un amor pasado de rosca”.
 Amaia Barrena, escribe desde la perspectiva de sus años, es poesía libre, pero no pierde ritmo ni interés la lectura de sus versos, sabe conjugar los tiempos y mantener en vilo al lector: “por fortuna para mí, mi pie derecho se ha quedado sordo y se niega, dado su estado, a seguir bailándote el agua al segundo paso de vino, a ofrecer mis labios tras el tercero como un sólido aceite con el que engrasar las húmedas bisagras de tus piernas”.
 Es además ingeniosa y divertida sin dejar de ser poesía lo que escribe: “No encuentro el bar con la barra de pegamento apropiada para suturarme el ánimo roto”, o “crees que podríamos construir juntos el metálico esqueleto de un monopatín y darle esta vez a nuestro amor paralítico la oportunidad de ir sobre ruedas”. Nos lleva verso a verso, Amaia Barrena con su lenguaje intenso a conclusiones como esta: “Sí, me merezco esta crisis nerviosa. Esto me sucede por haberte besado por encima de mis posibilidades”.
 Prosigue Amaia Barrena con un repertorio algo inusual en poesía, mezclando versos con ibuprofenos, vitrocerámicas, Chupa Chups, dietas celíacas, tallas, Ikea… y todo este desvarío por un tropieza con la cafeína para insomnios promiscuos: “Me gusta tenerte en la punta de la lengua, pronunciarte sin preservativos. / Lástima que ya vuelva a ser viernes, ahora que no recordaba que no me quieres como te quiero. / ”el mundo es un pañuelo de papel que a cambio de un beso tú me vendes en cada semáforo en que nos detenemos”.
Vuestro en la poesía
©Alonso de Molina

Reseña literaria. El silencio de los 12, de Ismael Lorenzo, por Jorge Domínguez





Hay libros que se leen y se olvidan luego para siempre, otros que nunca se olvidan, su recuerdo se lleva en la memoria, y salta cuando quizás leemos una fugaz noticia en el periódico, o encontramos a alguien que nos relata lo que le pasó a una hija o a una amiga, alguna conocida. La realidad es que los  relatos del libro de Ismael Lorenzo pocas veces se encuentran en las noticias de diarios y mucho menos televisivas. Parece que es como si nadie quisiera comentar estos hechos desagradables, que ocurren en silencio, y donde a las víctimas casi nunca se les oye.

Esta es la diferencia de este libro, las voces de esas víctimas se manifiestan muy alto, con una fuerza que nos deja sorprendido y por hechos que ocurren todos los días en cualquier país. Desde la fuerza narrativa de la joven que recuerda como fue violada por una escuadra de Marines, sus padres asesinados y luego mantenida en reclusión y abuso por un año, más tarde vendida a un burdel por estos Marines, hasta la de la niña violada por su padrastro y alquilada al mejor postor. Esto no se olvida, al menos yo no lo puedo olvidar.

 Y lo peor de todos estos hechos es que es ‘Una historia que no tiene fin’, como se titula la segunda parte del libro de Lorenzo, donde se mezclan los relatos de estas jóvenes mujeres, con notas sobre los efectos de larga duración de los abusos sexuales, y notas sobre explotaciones sexuales en infinidad de lugares y personajes, desde un presidente condenado por violación, hasta un coronel violador y travesti. Es un elenco de atrocidades interminables, pero es lo que nos rodea, que muchas veces no queremos ver.

 Después de leer ‘El silencio de los 12’, las sentiré más de cerca y las comprendo mejor. Y me parece que este es el propósito del libro, que se ha cumplido.


Jorge Dominguez                                                                                 
Escritor, profesor y editor

jueves, 23 de marzo de 2017

Microrelato. ¿No es peor levantarse de mal humor?. Alonso de Molina



“Estaba en el baño preguntándome si me masturbo demasiado”. Afirmaba por la radio una joven que había leído que unos momentos de gozo y sudor pueden liberar mente y cuerpo de tensiones y stress.
Le preocupa estar fuera de lugar, desearía consultar por qué la masturbación la hacía sentirse bien. El amor a uno mismo podría ser un primer paso hacia el amor a los demás. Pero hemos oído historias acerca de la maldición de dios.
Entonces qué hacer si uno se levanta cada mañana con un pene erecto que mediatiza sus actos. ¿No es peor levantarse de mal humor?


© Alonso De Molina 2009

Opinión. De poetas y letras. Cristina Sáinz Sotomayor



Uno llega a ser grande por lo que lee, no por lo que escribe.
 Jorge Luis Borges
 
       
Vivimos en un mundo al que necesitamos comprender  y en el que necesitamos ser comprendidos. No somos seres en una despiadada lucha por sobrevivir, somos seres con la necesidad de entender lo que somos, por eso nace el arte. Por eso nace  la poesía, filosofía donde yace el deseo de ser y permanecer. La poesía es la amiga afiliada  que nos libera de todo lo que sentimos, y nos da esa libertad y oportunidad de leerla o contarla, y de sufrirla  y/o gozarla.
 

 
          La parte más importante de la formación de un escritor o de un poeta son las lecturas que hace leyendo a otros poetas.  Primero debe convertirse en un buen lector. Si llegó usted a la poesía a través del romanticismo y  del modernismo (como yo) con Gustavo Adolfo Bécquer, Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera, Machado y su hermosísimo “Caminante no hay camino”,  El romántico maldito Allan Poe y su poema “El cuervo”, el inolvidable y querido Lorca, Enrique González Martínez con su poema “Tuércele el cuello al cisne” que marcó la ruptura con el modernismo, por qué no leer también a José Juan Tablada, Alfonsina Storni poeta del Posmodernismo.


          Quién no leyó un poema de Octavo Paz y a Benedetti y su “Táctica y estrategia” o su “Viceversa”, a Neruda y sus  “Veinte poemas de amor y una canción desesperada”.  Por qué no leer otras etapas o períodos literarios, a los poetas franceses dadaístas y surrealistas (de principios del siglo XX), La  poesía de Vicente Huidobro, iniciador del creacionismo. Baudelaire, Rimbaud, Bretón, los llamados poetas malditos.


          Poesía del siglo XXI , Nicanor Parra, creador de la anti poesía, con la que tomó otros rumbos la poesía.  Juan Gelman  uno de los mejores de su generación, a los Beatniks  (de los años cincuenta y sesenta),  a Pessoa, a Borges, el magistral maestro del lenguaje (que merece y necesita una doble lectura) y muchos otros escritores de los que podemos ir compartiendo.


         También debemos conocer las demás manifestaciones estéticas, la  pintura, el cine, la música, para irnos formando un criterio sobre la realidad y sobre lo que se está escribiendo actualmente y  lo que están escribiendo nuestros colegas y así entender que la literatura como la vida tiene etapas.

 
          Al leer los poemas observemos el modo en que los poetas usan las palabras y los recursos que utiliza. Luego, pongamos en práctica la escritura (es una dinámica) Leer, observar, luego escribir tratando de imitar a un poeta o autor  para después adaptarlo  a nuestra  propia manera de escribir. Ese es el oficio  el intento del que quiere ser Poeta o escritor.  Y es necesario leer y leer para saber si no se está diciendo lo que otros ya escribieron. 


          Sin embargo eso no es suficiente, hay que, continuamente estar escribiendo y tallereando  lo que escribimos. Veamos algunas sencillas dinámicas. Nada nuevo o nada que no nos imaginemos, pero en lo que a veces no reparamos.


          Mi nombre es Cristina Sáinz Sotomayor y mi seudónimo Crissa. Los espero la próxima para compartirles algunas otras cosas de Poetas y letras. Arrivederci.
 

Cristina Sáinz Sotomayor
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miércoles, 22 de marzo de 2017

Microrelato. La dama de negro. Cristina Sáinz Sotomayor



Me he regresado tres veces a apagar ese foco. Lo diviso desde el pasillo ¿Será mi figuración o “algo” o alguien lo encendió?

Soy la única despierta a esta hora en toda la cuadra  de esta colonia. Apenas hace un par de meses, una noche septembrina, la dama de negro me jalaba.

Espero que no sea ella. "Ellos" me dijeron que ya todo estaba bien. “Nos arañó. No quería soltarte”  –me explicaron.

He querido escribir sobre esto, pero por lo general quiero escribir de noche. Y los ruidos y los tronidos de los muebles y los toquidos no me dejan.

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© Cristina Sáinz Sotomayor. Crissa.

lunes, 20 de marzo de 2017

Entrevista al poeta cubano José Félix León por Lázara Ávila



Me apasiona escribir, pero también me aterroriza y despierta todas las inseguridades que hay en mí

José Félix León escritor y poeta cubano
"Nada de que retractarse"
Por Lázara Ávila Fernández

Con el escritor y poeta cubano José Félix León conversamos. Él es graduado en Filología. Ha impartido cursos en universidades dentro y fuera de Cuba. Ha sido multilaureado en su país de origen. Sus poemas y cuentos han aparecido en diversas antologías dentro y fuera de la isla. Actualmente reside en Barcelona.

-“Demencia del hijo”, “Donde espera la trampa que un día pisó el ciervo”, “Correos/ Bosques intermedios” y “Patio interior con bosque” son algunos de los títulos publicados en Cuba que dejan entrever a un escritor joven, pero, muy prolífero.

¿Cómo surge tu pasión por la escritura y en especial por la poesía, aunque sabemos que también has incursionado en la prosa?

Siempre me gustó leer. De niño leía sin parar, en casa había un despacho con una estantería de libros normales -el resto eran tomos de Derecho- y allí encontré y leí a Kipling, a Mark Twain, a Chéjov, eran casi todos libros publicados por la editorial Arte y Literatura, mi abuelo los coleccionaba. Recuerdo que cuando me preguntaba qué sería de mayor siempre pensaba: escritor. Era un niño ingenuo. Luego empecé a leer poesía, también de niño -la lectura de poesía es un acto sectario-  conocí los grandes poetas cubanos y aumentó mi curiosidad. Si quieres escribir poesía debes leerlo todo para luego aprender a olvidarlo, lo otro es tenerla en ti. Cuando empecé a escribir poesía tuve suerte, organicé un cuaderno y lo envié a un concurso literario, era la única manera de publicar: gané aquel concurso y el libro lo publicaron en mi ciudad, Pinar del Río. Yo estudiaba Física y decidí cambiar de carrera y estudiar Filología, quería organizar y sistematizar todas aquellas lecturas porque suponía que eso me ayudaría en mi objetivo, que era escribir. Lo cierto es que luego, ya en la Facultad, en las clases de griego clásico, al interactuar con los textos de los poetas griegos arcaicos en su lengua original me sentí aterrado, poner a disposición del lector un texto poético es un acto estremecedor, si no es cien por ciento auténtico no será de calidad. Los griegos tenían un término, entusiasmós, que representa el acto de la creación poética durante el cual el escritor es poseído por la divinidad. Los primeros poemas líricos de occidente, la poesía griega arcaica, son perfectos. Si tenemos algo que decir, debe partir de este conocimiento, no será nuevo y seguramente tampoco será trascendente. Me apasiona escribir, pero también me aterroriza y despierta todas las inseguridades que hay en mí. Pero, aun así, sobre todo con los poemas, a veces es inevitable, al menos en mi experiencia.

-¿Cómo es, en tu caso, el proceso de creación?
Me preguntas algo muy delicado y de lo que no tengo la más mínima idea, no pienso en ello nunca. Supongo que te refieres a la construcción de un texto. Pues mira, en mi caso, si es un texto poético, se construye a sí mismo, no pienso nunca de antemano en la estructura de un poema. Generalmente escribo todo lo que me viene y luego corrijo. Escribir en prosa es totalmente distinto. Siempre recuerdo a Hemingway, leí en algún sitio que escribía de pie, en la mañana y paraba justo cuando aún tenía algo que decir, así garantizaba la continuidad de ese estado a la mañana siguiente; eso y otros datos como que escribía de pie con una máquina de escribir, en fin. Los cuentos de Hemingway son perfectos y una estructura subyace bajo todo, pero creo que la inspiración es lo mejor que hay en ellos, eso no compagina con la idea de alguien que escribe a la misma hora y en la misma posición cada día, como si se tratara de defecar. Cuando escribo ficción generalmente sé a dónde debo llegar, hago un esquema y luego elijo la manera en que debo contar. Es un proceso diferente al de la escritura poética pero totalmente desorganizado. Tomo notas todo el tiempo, notas que luego inserto en los textos y entro en un caos que contamina todo lo que me rodea, soy un desastre.

-En 1994 recibes el Premio Hermanos Loynaz de poesía y a este le suceden otros galardones como el Premio Calendario de Poesía 1996 y el Premio de Cuento de la revista La Gaceta de Cuba 1999 por solo mencionar algunos ¿Qué significado han tenido estos resultados para ti en lo personal y como escritor?
Los premios literarios, cuando eres joven, más que ayudar deforman. El problema es que, en Cuba, en esa época -y siendo yo una persona totalmente ajena al mundo literario- la única manera de dar a conocer tus poemas era ganando un concurso. Yo tuve suerte, escribí libros que ganaron algunos premios y fueron publicados. Esa era la satisfacción, poder publicar y saber que alguien, en la librería de algún pueblo como La Palma o Viñales, o en el otro extremo del país, iba a leer tus poemas. La creación literaria es un acto demasiado personal, mi experiencia con escritores no ha sido buena, creo que no es algo que se pueda compartir o siquiera teorizar sobre ello. De cualquier manera, recibir un premio literario es raro, acabas preguntándote por qué te lo han dado a ti y no a otro.

-De tu libro de poemas Palinodia, en el blog “La primera palabra” se ha dicho: “Nada de que retractarse, tiende uno a pensar al leer este cuaderno de versos” ¿A qué atribuyes este juicio?
La Palinodia es un canto de retractación. Cuando publiqué esos poemas, en 2008, ya llevaba años viviendo fuera de Cuba, en Europa. Cuando eres alguien nacido después de la revolución, en algún momento eres consciente del tipo de educación que has recibido; cuando escribí la mayoría de esos textos vivía en el terror de descubrir a diario que la mayoría de mis pensamientos, opiniones y juicios estaban mediatizados por el hecho de ser el producto de una educación absolutamente adoctrinada. Supongo que es lo mismo que debe sentir alguien a quien su familia ha educado en una institución religiosa estricta y sin contacto con el exterior y un día es libre y se da cuenta de que se puede vivir fuera de la idea de Dios, de que existe la ciencia y de que la religión es sólo una manera de interpretar el mundo. La idea era retractarme de lo que había dicho hasta entonces, del discurso lírico que había querido hilvanar con mis poemas. En la Palinodia de Stesícoro, el poeta recuenta el mito de Helena de Troya modificándolo. Mi libro de poemas es un canto de retractación a mí mismo, un intento de modificar la idea que tenía de lo poético, algo demasiado serio pero que tenía que intentar decir. Heriberto Hernández, un poeta hermosísimo, escribió las palabras que citas, y es un elogio muy grande, viniendo de él, decir que no hay nada de qué retractarse al leer mis poemas.

-¿Algún libro en producción?
 Ahora mismo estoy acabando un proyecto en el que llevo años. Es un relato largo, o una novela corta, una historia sin género, a veces poesía, a veces periodismo o guion audiovisual, todo unificado por el tono lírico, no sé. Trabajo mucho, incluso cuando estoy en los empleos con los que me gano la vida, en general incómodos e intrascendentes, escribo en mi mente y en diminutos posits.  La literatura me desconcierta cada día, últimamente he leído autores increíbles y muy jóvenes, algunos exquisitos, como Max Porter o Andrea Bernal, y entonces pienso que aún no he escrito nada, aún queda todo por hacer.



Los poemas y cuentos escritos por José Félix León han aparecido en   diversas antologías dentro y fuera de Cuba, algunas de ellas son: “Los nuevos caníbales, antología de cuento del Caribe Hispano”. Ed. UNION, La Habana, 2000, “Mar remoto” (Antología de poesía recopilada por Aurora Luque). Ed Diputación de Málaga, 2000 y “Poemas cubanos del siglo XX” (Recopilación de Manuel Díaz Martínez). Ed. Iperión, Madrid, 2003. También está Mañana hablarán de nosotros.

Por Lázara Ávila Fernández

Microrelato. El círculo rojo. Laura C.



Recuerdo seis palabras de aquella fatídica noche: 'Dame la guita o sos boleta'

El frío metal sobre mi sien activó el bombeo de mi sangre y mi mente recorrió cuarenta y nueve años en segundos.

Mi único capital era mi vida, apenas llevaba treinta y siete pesos en el bolsillo.
Fueron ocho minutos de incertidumbre hasta que accionó el gatillo.

Seis… cuarenta y nueve… treinta y siete… ocho = cien, número que la vidente había marcado con un círculo rojo.

Y ese círculo me sigue acompañando mentalmente en esta celda, desde que desvié el arma hacia él antes de que disparara.





© Laura C.

Poesía. El lenguaje dice. Amir Or




El lenguaje dice: detrás del lenguaje
se encuentra un lenguaje. El lenguaje son rastros manchados
que andan por allí.

El lenguaje dice: escucha ahora.
Tú escuchas: aquí hubo eco.
Toma al silencio e intenta estar en silencio.
Toma las palabras e intenta hablar:
más allá de lenguaje el lenguaje es una herida
de la que el mundo mana y mana.
El lenguaje dice: es, no es, es,
no es. El lenguaje dice: yo.
El lenguaje dice: vamos, quiero hablarte,
déjame palparte; vamos,
di que lo has dicho.
-
Amir Or (Tel Aviv, 1956) Poeta, ensayista y profesor universitario. Autor de nueve libros de poesía. Entre ellos:  Poema y día, El museo del tiempo, Las placas del museo del tiempo; y La bestia del corazón. Sus poemas han sido traducidos a más de cuarenta lenguas. También fundó la Escuela de Poesía Hebreo-Arábica. Director artístico del Festival Internacional de Poesía Sha'ar de Tel Aviv. Se desempeña como coordinador nacional de Poets for Peace.

 

sábado, 18 de marzo de 2017

Microrelato. Puntillosos. Laura C.




(Dos textos de 60 y 40 palabras respectivamente)

-1-

Se hallaba tendida en la cama y atenta a sus movimientos.

Sobre la cómoda cada elemento relucía, él era meticuloso en todo.
Ella intuía lo que iba a acontecer.

Estando atada y amordazada dirigió una mirada de súplica a quien  -con precisión de cirujano- procedería a descuartizarla, luego de una minuciosa desinfección de las zonas de incisión con povidona yodada.



-2-

Su final estaba próximo y él decidió adelantarlo, así que comenzó a redactar su carta de despedida.

Al llegar al último párrafo le surgió una duda ortográfica, entonces recurrió a un diccionario para ver la forma correcta de escribir suicidio.


© Laura C.